El deporte, nuestro maravilloso deporte, aquello que hace que nos levantemos del asiento para aplaudir, llorar, e incluso sacar lo peor de nosotros mismos a través de lo malsonante. Ese ente que no ha parado de cambiar desde hace 15.000 años, y que, junto a nosotros, ha logrado crear una conexión prácticamente imborrable a lo largo del tiempo. Hoy en día tenemos multitud de disciplinas que poder seguir y apoyar, desde el clásico fútbol al patinaje sobre hielo, pasando por waterpolo, baloncesto, voleibol... pero seguramente haya una más estética y técnica que el resto de ellas, esta es, sin duda alguna, el tenis.
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Roger Federer y Andy Roddick |
Los escritos y ensayos sobre un tema en concreto no tienen porqué venir acompañados de la celebración del aniversario o de un hecho reciente, como puede parecer este, a veces suceden porque tienen que hacerlo. La justicia emocional (sí, existe) no es un campo que deba ocupar este fragmento, pero la deportiva sí, y no hablo de números y títulos. En la sociedad existe el pensamiento de que la valoración de la carrera de alguien que ha conseguido "cosas" se barema a través de los títulos, de esos trofeos que, a la postre, no nombramos cuando nos hacemos viejos, y seguramente porque no nos acordaremos de ellos.
Todos hemos leído alguna vez los títulos de la carrera de Dani Alves, el jugador con mayor número de ellos en la historia, pero sin embargo, la opinión generalizada es que no es el mejor lateral derecho de siempre. No deja de ser curioso como cada vez más gente que no tiene en cuenta el maravilloso contexto de cada año o época, intenta sentar cátedra sobre lo que es y sobre todo, acerca de lo que no es. Cada uno de nosotros puede formar una opinión y convertirla en un razonamiento bien planteado, aquello fundamentado para ganarle el debate al otro, pero yo aquí estoy con el filosofo racionalista René Descartes: "Apenas hay algo dicho por uno cuyo opuesto no sea afirmado."
"Vemos las cosas, no como son, sino como somos nosotros" como afirmaba Immanuel Kant, creo que no hay mayor espejo que nuestra propia opinión y pensamientos sobre ciertos hechos en concreto. Por eso mismo, los números siempre tienden a pasar al segundo plano de la conversación con facilidad para hablar de los sentimientos y las emociones, ahí nacemos y ahí morimos.
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El abrazo de los (amigos) ganadores |
Un personaje muy querido de un anime muy popular decía que la próxima generación siempre superará a la anterior, siendo este uno de los ciclos sin fin de la vida. En su sabiduría, y reflexionando, lleva razón a medias, teniendo el tenis como mejor ejemplo de ello. Los duelos por la corona entre generaciones serán eternos para ver que producción de tenistas es mejor, por intentar crear los debates de cuando era más difícil jugar, y de momento, gana por goleada la década del 2000, aunque muchos pseudoperiodistas intenten crear expectativas sobre una deficiencia de calidad, además de ambición palpable y latente en la mayoría de los actuales.
La nueva generación, también llamada fakegen en forma de meme sobre los Thiem, Medvédev, Zverev, Tsitsipás y compañía, es en esencia, una ilusión creada por varios de los amantes acérrimos del tenis que no se despegan de una idea para continuar la línea temporal de un deporte cuyo nivel lleva muerto muchos años, algo parecido a la Fórmula 1, cumpliéndose los mismos parámetros que en este deporte.
Por todo esto, siempre habrá deportistas que elevan la categoría del proclamado por todos greatest of all the time a un nivel que rara vez un compañero con quien se les pueda comparar, puede llegar a ser llamado a la mesa para comer juntos. ¿Quién no habla sobre Michael Phelps, Usain Bolt, Michael Jordan, Magnus Carlsen... o de Roger Federer? La trascendencia en los deportes va más allá de los números, de los trofeos, que, aunque a modo de revisión de palmarés sea lo más fácil de usar, no siempre te dará la victoria en el "debate". Las emociones siempre jugarán un papel fundamental, la influencia en la sociedad, en las viejas y en las nuevas generaciones, también la típica pregunta de "¿Con qué o quién creciste?" saldrá en cada conversación.
Nunca he sido un aficionado de Roger, pero siempre lo he defendido como número uno en la pista, nadie como él ha tenido que remar a través de tantas dificultades y aun así seguir estando arriba, siempre ha carecido de suerte aunque otros tenistas la tuvieran a menudo a su favor, la estética de su juego es superlativa y su carisma es de otro mundo. En el fondo, todos somos aficionados de Federer si nos gusta un mínimo el tenis, es algo que solo se aplica a unos pocos, por eso es tan especial y tan diferente, y en un mundo lleno de hooligans, el tenis se erige como el único deporte vacío de unineuronales sacados del pleistoceno en ocasiones.
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La plasticidad de lo artístico |
El suizo siempre será un ejemplo por todo lo que su personaje conlleva para el mundo, no solo del tenis, y aunque haya otros en la terna que puedan superarle a base de títulos, la influencia que ha creado en las generaciones venideras y que tenían las anteriores a diario es algo difícil, por no decir imposible, de superar.
“La belleza de las cosas existe en el espíritu que las contempla.”